HABLAR DOBLE
A pesar de que el mundillo feminista se empeña en hacernos hablar doble; ya saben, eso de “los niños y las niñas”, “els homes i les dones”, “ los vascos y las vascas”, y se obstinan en exigir al gobierno y a las instituciones lo que ellos llaman “corrección del lenguaje sexista”, ese intento está condenado al fracaso.
Verán, a través de unos cuantos ejemplos no se pueden cambiar las leyes gramaticales y generalizar el uso de esta moda a todo el conjunto de la lengua; imaginemos “los hombres y las mujeres españoles y españolas, sinceros y sinceras, “inteligentes e inteligentas” Las cosas tienen unas veces género masculino (ej. martillo) y otras femenino (ej. silla) . Y es que el género gramatical es una cuestión histórica de la evolución de las palabras: algo tan fortuito como que en latín, la segunda declinación se especializó en masculinos (dominus> dueño), así como la cuarta (lacus>lago, fructum>fruto); mientras la primera declinación dio lugar a femeninos (rosam> rosa) y la tercera dio lugar a palabras no marcadas con este morfema (hostis>hueste).
El caso es que el género marcado es el femenino, en tanto que el masculino es un género ambiguo que a veces designa a todo el grupo o especie. Palabras como “hombre”o “perro” designan a ambos géneros por puro convencionalismo, porque en otras especies, la que abarca toda la especie, ¡es el femenino!, como : “rana”, “hormiga” “oveja” “jirafa” (¿se sentirán discriminados los *ranos, *hormigos,*ovejos [que se llaman “carneros”) y *jirafos?), para distinguirlas tenemos que decir “la jirafa macho o hembra”. Podemos decir que la relevancia de la especie humana tiene la ventaja de poseer una palabra para cada género (hombre /mujer), pero nos engañaríamos porque idéntico “privilegio” tienen los humildes “caballo/yegua”, “toro/vaca”, “oveja/carnero”; incluso “cabra/cabrón”. Es cierto que por cortesía cuando se mencionan los dos géneros; por ej. los presentadores, siempre nombran en primer término a la mujer :”¡señoras y señores!”, y nunca a la inversa; esa es la caballerosa deferencia del lenguaje tradicional, su discriminación positiva.
Imaginen ahora el solecismo que la sra. de Felipe González cometió al dirigirse en un mitin a los congregados con el doble vocativo: “jóvenes y jóvenas, ¡Hey!”. Ciertas patadas al diccionario, de este estilo, erosionan la norma, y como dice la RAE , deberíamos evitarlas. Pensemos que la lengua es un sistema cuya tendencia general es la contraria: cuanto más sencilla y brevemente consigamos expresar aquello que queremos, mejor. Por eso, la lengua no se molesta en aprovechar, sino en una pequeña proporción, todas las combinaciones posibles entre los fonemas o letras; y es más, incluso aprovecha palabras ya existentes para darles un nuevos y distintos significados según el contexto (la frase en donde van insertadas). ¿Recuerdan a Pujol cuando se inventó lo del “oasis” de la política catalana, para referirse al “desierto” de la política española, comparada con el “paraíso” de “casa nostra”?.Los entrecomillados son otras tantas maneras de referirse a ciertas cosas con otros nombres. Este aprovechamiento de las palabras para diferentes usos es impresionante: ¿quién identifica “pensar” “ponderar” “sopesar” con “pesar”; o “labrar” (<laborare) con “trabajar”; o “enraonar” con razonar”; o “curar” con “cuidar”?. Sin embargo, unas se han transformado en las otras, a lo largo de siglos de uso. Y esta evolución a veces es fonética o semántica; otras, el cambio de significado se produce por similitud o por proximidad ( metáfora o metonimia). Por ej. “”ser/ estar muy “rica” significa tener muchas “gracias” o atributos acumulados (y no dinero precisamente); el “cuello” de la botella; estar “pendiente” del reloj; o “colgado” de alguien; o “enfrascado” en un asunto; “liado” con algo o con alguien; “empanado” ….Por eso todos estos cambios que van en pro de economizar, no consentirán otros que pretendan lo contrario.
Terrassa 10-04-08 EUSEBIO MURILLO