LO QUE SE OYE POR AHÍ
Las
posibilidades combinatorias que ofrecen los
veintitantos fonemas de una lengua son innumerables, y sólo una pequeña
parte de éstas son aprovechadas para formar palabras: por ejemplo, existe
“silla”, pero no “sille, sillo, silli, sillu”. Pues si nos referimos al
conjunto de al menos cien mil palabras, que tiene cualquier lengua,, las
combinaciones entre ellas son prácticamente infinitas (así, es muy diferente
“volver” de “devolver”, con la simple agregación del prefijo “de”. Pero es que
además “devolver” puede adquirir un significado diferente al habitual al referirse a sí mismo, como en este caso:
“Yo me devuelvo y tú sigue solo” en un uso donde “devolver” ha adoptado el
sentido de “volver”.
En la selección
de la forma adecuada, surgen muchas veces las dudas: ¿”reserva” o
“reservación”?. Nosotros optamos por el
nombre concreto “reserva”, pero los hispanoamericanos recurren al nombre
abstracto “reservación”. Idem ocurre con “permiso” y “permisividad” (o incluso
“permisibilidad”).
Otras veces
las dudas surgen en el hablante, que en su escala cultural, echa mano a veces
de la palabra inadecuada, por su parecido fonético, o porque no la conoce
suficientemente. Recuerdo el ridículo que hizo el presidente del tribunal de
oposiciones ante 200 profesores de Instituto, Agregados de Lengua y Literatura,
a las que yo asistí como aspirante. Pues en el discurso inicial, dándonos
instrucciones sobre la situación
trascendente de ese acto, y queriendo hacer alarde de erudición, en vez
de decir “Señores, ésta es la verdad palmaria” (que quiere decir, clara,
patente, evidente, manifiesta, incuestionable…) se equivocó y dijo “palmatoria”
por “palmaria”. Yo me sonrojé en mi asiento viendo la metedura de pata. Pues
“palmatoria” es una especie de candelero bajo, como un platillo con mango, para
sostener la vela.
A veces las
salidas de tono son un alarde creativo, que el hablante, creyéndose audaz,
inventa. Pérez Rubalcaba, en el último debate sobre el estado de la Nación , calificó el
discurso de Rajoy de “autobombástico”
(queriendo decir “autocomplaciente”; pero como sabemos, “autobombo” es un
derivado poco elegante de “bombo”, que originariamente es el tamborazo más
gordo, el más humilde, grave y vulgar de
los instrumentos de percusión, que metafóricamente se refiere a la autoadulación,
al pavoneo excesivo, sobre los propios méritos. ¡Pero formar un adjetivo sobre
este término, más bien ordinariote, en vez de una audacia expresiva se
convierte en el “quiero y no puedo”!. Vean el contraste porque Rubalcaba, con
su ¿Dónde vive Vd? insistía en colocar a Rajoy en el mundo irreal de Alicia en
el País de las Maravillas, a lo que éste le repuso. “Sr. Rubalcaba, yo vivo en
el país que usted me ha dejado”. Y así terminó el rifi-rafe dialéctico. Con su
sencilla respuesta, Rajoy propinó a Rubalcaba una buena ración de su propia
medicina.
Las
variaciones producidas por los americanismos están cada día más presentes en el
habla; recientemente un atleta paralímpico sudamericano expresaba su deseo de ir a los juegos olímpicos de
invierno, así: “Yo lucharé por lograr los “puntajes” (por “las puntuaciones”)
para clasificarme en “Sochi”.
Con frecuencia
el hablante desconoce el alcance significativo de las palabras; este excede el
concepto, al decir “multitud de destrozos”, sin entender que “multitud” se
aplica preferentemente a personas. Otros usos que no se atienen a la norma son
motivados expresamente, como un juego, por el lenguaje publicitario; así, una
marca de seguros “Vertis”, que usa la consigna “Vertis, seguros para gente
despierta”, hizo recientemente una campaña, en la que usa la expresión “ahora o
nunca”, que empleamos para indicar que no se debe perder la “ocasión de oro”.
Pues este dicho lo transforma en “Ahorra o nunca”, que invita a no perder la ocasión, eso sí, si lo hace
por Internet.
Hinojosa 1/05/14. Fdo. EUSEBIO
MURILLO, DNI: 30184618, Tl 649859929.